domingo, 21 de agosto de 2016

Cara o cruz


Llevo horas lanzando y recogiendo una moneda por puro instinto. Al principio la miraba, las vueltas que daba en el aire y los anillos entrelazados que creaba con cada uno de sus giros; después, me he acostumbrado a contemplarla, y ya ninguno de sus movimientos me causa sensación. Mientras hablo, la moneda sigue girando, cae en mi mano y vuelve a ascender gracias a mi impulso. Sube y baja; cara o cruz. Vida o muerte.
            -Cara.
            Vida.
 *****
Ha llegado la hora de poner en práctica el destino que me brinda la moneda. Ella, como el mundo entero, me incita a que mi cara suba al cielo y mi cuerpo baje al infierno; que mi alma ascienda a lo alto del firmamento, y que mis huesos se pudran bajo tierra. (O lo que quede de ellos una vez que impacte contra la carretera que tengo debajo de LA ESTRELLA DE mi VENTANA).
            Muchas veces me he preguntado qué puede sentir una moneda cuando da vueltas sobre el aire, sin que quiera; y me he preguntado lo mismo cuando baja. También porque no le queda más remedio, porque es imposible que no lo haga si algo no la frena en la caída. Yo he vivido mucho tiempo entre medias, estancado entre el cielo y el infierno, arriba y abajo, entre la cara y la cruz. Siempre en medio, como el puto jueves (o el miércoles, si no se cuentan los fines de semana). Escuchaba sin hablar, y si lo hacía, lo que había subido bajaba de forma fugaz, chocando contra el suelo en un salvaje porrazo incontrolable. La pupa de un niño y la hostia de un adulto; y volvía a estancarme.
            Escuchaba y digería. Contaba UNA, DOS, TRES. UNO… y así hasta cien, antes de abrir MI BOCA, y cuando las palabras salían, la hostia volvía a hacerse presente. Decidí callarme, respirar y controlar la presión del pecho, sin decir nada. Duré muy poco así, volví a hablar, me defendí, y volví a perder.
            He perdido todo lo que quería, y lo que no quiero, no termina de perderse del todo. Se llama volverse loco, quizá por ello esté majara y hable de monedas, caras y cruces… Porque tú, ¿SABES QUIÉN SOY?
            Yo no tengo ni maldita idea en esta NOCHE DE LAMENTOS, de despedidas, de partir ENTRE RISAS de un lunático enfermizo. Ni siquiera me propongo ir EN BUSCA DE UNA RESPUESTA, ya la tengo: se llama “derrota”.
            He contado muchas veces lo que me ocurre, y lo sigo haciendo en esta recopilación de última hora, pero lo repito por si alguien acaba de leerme y le pica la curiosidad. No lo niegues: ¿A QUE A TI TAMBIÉN TE PICA? Esa es LA IDEA.
            Ahora, mientras caigo al vacío, estoy mostrando MI CARA OCULTA. No es ninguna SORPRESA INESPERADA, el mundo lo ha sabido siempre, pero han pasado olímpicamente. Excepto tres, y las tres mujeres: mi amor, mi madre y mi amiga. Una me dio la vida, otra es toda mi vida y la otra la acompaña con su amistad. Para hacer esto he tenido que decir: DÉJAME PASAR, MAMÁ, y no ha sido nada fácil, pero sí necesario. Y sí: tengo MIEDO A LA MUERTE, pero es irremediable. ¿Quién sabe? Quizá sea el nuevo FANTASMA DE tu ARMARIO (jiji), me meta en tu dormitorio para ser UNO MÁS EN LA HABITACIÓN, y que tú me digas antes de aterrorizarte: déjame explicarme, SOLO UNA VEZ MÁS, POR FAVOR. Necesito UN DÍA DE VIDA.
            Sería divertido…
            Habrá que esperar. Mientras caigo, diré que una vez vi que en una serie de televisión dijeron que solo muere lo que se olvida; y en otra, que para que dejen de hablar mal de ti tienes que estar muerto. Creo que las dos tienen razón, pero que la primera, solo se cumple durante los primeros quince días y dos  aniversarios; después, te extingues con tu propia ceniza mientras tu cuerpo se pulveriza.
            Yo no tomaré esa decisión, me limito a derramar lágrimas, como LAS LÁGRIMAS DE CRISTO, y que como él mismo diría en la cruz: ¿POR QUÉ ESTE CASTIGO?  Porque me ha tocado. Ahora a prepararse para vivir LA VIDA SIN MÍ; y cuidado en los cementerios, porque pienso ser el REFLEJO DEL PANTEÓN.
            Adiós.
            -Cruz.
            Muerte.