Soy un chico malo
Pasamos a la habitación. Las persianas están bajadas y el ambiente es
silencioso; lo único que se escucha es el sonido de nuestra ajetreada
respiración mientras nos adentramos por el habitáculo del placer.
Ella camina a tientas
delante de mí. Mis manos cubren su vista para no estropearle la sorpresa. Noto
cómo sus ojos revolotean nerviosos, y eso hace que la suave piel de los
párpados se comporte inquieta frente a mis yemas.
Camino un poco,
descalzo, solo con el calzoncillo como única prenda. Mis muslos golpean los
cachetes de su trasero en pompa. Lleva una ligera y fina braguita, y eso hace
que mis piernas noten cómo su carne se bambolea al movimiento. Mi entrepierna
da el aviso. El juguete se cansa de permanecer dormido y pide guerra. Empieza a
crecer y elevarse. El capullo abre camino arrastrando la piel que lo estorba.
Mi nena se estremece cuando siente que mi miembro obstaculiza su división
trasera. Este, entre sacudidas intermitentes, empieza a latir como un corazón.
Dejando escapar una
bocanada de aire incontrolable, susurro en su oído:
-Aún no abras los ojos.
Vuelvo a soltar aire
demasiado caliente, y mientras beso su hombro desnudo, el miembro me vuelve a
protestar. Pide que le quite de una vez la prenda que estorba su función.
Quiere entrar de entro de ella, ¡y entrar ya!
-Quitaré las manos
-vuelvo a decir, respirando forzosamente-, pero no abras los ojos hasta que no
te lo diga.
Responde con un
"huhúm" al mismo tiempo que retrasa sus manos y las coloca en mis
piernas. Las desliza rápido y las vuelve a subir. Está muy nerviosa. También
respira con ajetreo, sin dejar de moverse.
-No te muevas -digo a
la vez que aparto mis manos de sus ojos y las llevo hacia su tripa. Vuelve a
estremecerse cuando nota el contacto de mis dedos en su barriga, y entonces el
ombligo me los golpea como si de pronto hubiese ganado dos kilos más.
Mis manos notan su piel
como si estuviera llena de granitos. Su abdomen copia el movimiento de mi pene
al sacudir con fuerza, lo que hace que este se endurezca más y la llamada de
alerta me diga que quiere entrar, ¡que vamos!
¡Vamos, tío! ¿A qué coño esperas? Y valga la redundancia. ¡¡Déjame
entrar ya!!
Pero es pronto. Toca
jugar.
-Ya puede abrirlos
-susurro.
Me hace caso y recibe
al mundo en lo que vuelvo a besar uno de sus hombros desnudos. –Viste una fina
camiseta de color blanco. Y ya estás
tardando en quitársela, me dice la cabeza. Lo que no tengo muy claro es si
me lo dice la de arriba o me lo ordena la de abajo. Las braguitas cubren el
objetivo de mi inquietud. ¡Bájaselas ya!
La habitación está
llena de velas rojas. El cabecero de la cama deja de ser madera para mostrar un
corazón de luces. Hay pétalos de rosa repartidos por el colchón.
Busco las manos de mi
nena para entrelazar mis dedos con los suyos, y después tiro con suavidad de
sus brazos para abrirlos en cruz.
-Estás crucificada,
pecadora –susurro en su oído para acto seguido recorrer a besos el lateral de
su cuello.
Cierra la cruz llevando
nuestras manos hacia su sexo, pero me detengo antes de que me haga tocárselo.
-A-a-a –Se enrabieta al
ver que me freno-. No tan deprisa, jovencita. Estoy bastante juguetón.
Beso su cuello; levanta
la cabeza y su melena se apelmaza en mi hombro izquierdo. Veo cómo dobla las
piernas; y cuando suelto sus manos y empiezo a subir las mías de la barriga
hacia arriba, vuelve a estremecerse mientras sus senos botan como si fueran dos
flanes. Sé que quiere que se los toque, pero he dicho que es hora de jugar.
Mete mano de una vez, palurdo. ¡Mete mano y méteme a mí! Méteme ya,
cabronazo. No juegues más.
Lleva las manos a mi
cabeza, y allí se entretiene a jugar con mi cabello mientras yo juego con su
cuerpo. Cuando voy a llegar a sus senos, bajo de nuevo, escapándome hacia más
abajo de las caderas.
Escucho un gemido
mientras atrapo la gomita de las bragas; tiro de esta y se las bajo hasta la
altura de las rodillas. Subo las manos para alcanzar los senos, pero no los
toco, sino que me detengo donde terminan. Vuelve a estremecerse al pensar que
voy a acariciárselos. Pero no. He
dicho que toca ser un chico malo.
¡Me
cago en la madre que te parió! -Esta vez me debato entre tres cabezas: la
mía de arriba, la mía de abajo y la de mi nena.
Voy bajando. Recorro sus curvas como si mis manos
fueran vehículos circulando muy despacio por la carretera. Al llegar a las
caderas, me adentro hacia su sexo. Cuando la punta de mis dedos parece resbalar
por la humedad que los rodea, los retiro para subir a la frente.
Agg… ¡Qué grandísimo hijo de puta…!
Ella se retuerce y
protesta, cosa que me encanta. A mí y a mi juguete, quien vuelve a hacerse
notar con un impulso en busca del placer.
Bajo un poco la cabeza
de mi nena, retiro la melena a un lado y empiezo a recorrer el cuello desnudo a
base de pequeños besos, muy muy suaves. No puede estarse quieta por más que se
lo pido. Sus piernas tiemblan de la misma forma que temblarían de estar
orinándose. Está muy pero que muy nerviosa, y ese es mi objetivo.
El mío es tomarme libertad y dejarte en ridículo a la primera. ¡¡Me
estás jodiendo a mí, no a ella!!
Cuando mis labios
llegan a la mitad de su espalda, se tensa como un arco; y entonces sí, sin que
lo espere, mis manos atrapan sus senos. ¡¡Bravo!!
Por fin, hijo. Se dobla al no esperarlo, y automáticamente se toca su sexo.
Masajeo a sus dos amigas a mi antojo. Ella no sabe qué hacer.
Se muerde los labios
mientras mueve la cabeza a un lado y a otro. Sube y baja, indecisa y alocada.
Sin darse cuenta, consigue que mi pene se frote con su trasero. Siento cómo se
desliza. El capullo es puro fuego y escupe una gotita con intención de
refrescar el ambiente, pero es tan cálida como el estado de mi miembro al
completo.
Ella se dobla. Me puede
y cedo. La abrazo con pasión y deseo. Mi tiempo de juego se ve interrumpido por
la frenética excitación. Mi juguetito ha enmudecido y solo sabe sentir. Aprieto
los senos de mi nena mientras mi sexo queda estancado en su trasero. Deseo
introducirlo cuanto antes, y sé que ella también quiere sentirlo dentro. Pero
no puedo abandonar tan pronto.
Abandona. ¡¡Ríndete!! Méteme. ¡¡Méteme yaaa!!
»Tengo
poder para que te rindas pronto. ¡¡Date por jodido!!
Me quita las manos y se
da la vuelta con rapidez. Me agarra del cuello y parece querer comerme a besos.
Lleva una de sus manos a mi entrepierna y me atrapa el miembro con fuerza. Doy
un respingo cuando mi juguete escupe una nueva gotita. Él se siente como si le
estuvieran estrangulando, pero a mí me deja petrificado por completo.
Te lo dije. ¿Quién ríe ahora?
Yo, porque me encanta.
Me ha dado en mi punto débil. Tiene toda mi hombría en
sus manos, y ahí, por mucho que intente defenderme, es imposible.
-Vamos a ver qué tal se
porta esto, chico malo -me dice antes de besarme con ahínco. Es un beso corto
pero poderoso. Acto seguido, me baja el calzoncillo. Si con la prenda me sentía
aprisionado, cuando me la agarra al desnudo me doy por jodido.
Vas a sufrir tela marinera, por espabilado.
Aprieta. Mi pene late
abruptamente y parece que va a explotar. Crece unos milímetros más mientras
echo la cabeza hacia atrás y miro al techo. Abro la boca como atontado y al
mismo tiempo que siento cómo mi juguete se afana en desaprisionarse. Entre la
mano de ella parece una pastilla de jabón que resbala al apretar la mitad de su
cuerpo.
Estoy húmedo y
derrotado, y lo que parecía una pastilla de jabón empieza a resbalar de verdad
arriba y abajo cuando ella mueve su mano.
Sí, sí, ¡SÍIII!, jajajaja. ¡¡Me está meneando, cara pijo!!
»Sigue,
nena.
Noto cómo pasa la punta
de la lengua por la mitad de mi escroto, acariciando a los acompañantes de mi
juguete con su húmeda amiga. La tensión se extingue y siento que voy a
desvanecer. Me tiene a su entera disposición.
Ups… Tengo ganas de vomitar, y lo voy a hacer para joderte.
Me baja más la piel del
pene y este parece señalarla a presión. Repite el mismo movimiento con la
lengua, pero esta vez por el frenillo. Siento una especie de cosquilleo
ardiente y empieza a picarme. Lo redondea con la lengua. Consigue que me vuelva
loco de placer.
-aaAHp... –Disparo. Me
tiritan las piernas cuando se mete mi sexo en la boca. Se me escapa una gotita
más de líquido, ¡pero es que me encanta! Vomito.
Voy a vomitar-. Pa...ra -digo, con un escalofrío recorriendo mi cuerpo-.
Para si no quieres que se acabe la fiesta
Ella niega con la
cabeza.
-No, no, no... -dice-. Nada de rendirse tan pronto, chico
malo. Tienes que portarte bien.
-¿Sí?
Asiente.
-Entonces, prepárate.
La cojo sin apenas
terminar de hablar y la llevo hasta la cama. Ambos caemos de golpe. Me gustaría
ir más despacio, pero no me controlo.
Bien… ¡¡BIEN!!
Bajo a su sexo. Me agarra
la cabeza y tira del cabello cuando se lo recorro con la lengua. Quiere que
pase a mayores, pero me repito que soy un chico malo, muy muy malo.
Me entretengo con su clítoris, moviendo la lengua en
círculos. Se la estoy devolviendo.
Está empapada. Comienza a gemir, y eso me hace
acelerar los lametones.
Vuelve a tirar de mi
cabello con fuerza. No deja de retorcerse.
Paro. Me acerco a su boca y la beso con pasión; pero
no quiere, quiere que siga dándole placer.
Cambio la lengua por
mis dedos. Coloco una mano debajo de su ombligo al mismo tiempo que introduzco
dos dedos de la otra por su vagina. Vuelve a gemir, momento que aprovecho para
moverlos: círculo círculo tirón hacia mí/ Círculo círculo tirón hacia mí/
Círculo círculo tirón hacia mí. Y así; y luego más, y más, y más…
Gime tanto que no lo resisto.
Mi juguetito dice que no somos dos, que somos tres, y que él también quiere
participar.
Claro que quiero participar. ¡¡Ya estás tardando en meterme!!
Acerco el glande a los
labios de la vagina. Me detengo un instante y miro a mi nena, quien me
corresponde de igual forma. Respiro profundamente y empiezo a entrar en ella.
Siento algo parecido a cuando me agarró mi sexo
rebelde. Apoyo las manos sobre la cama. Quiero que ella me mire a los ojos,
pero no lo hace. Su cabeza se mueve a un lado y a otro, gimiendo como una loca.
Yo también deseo hacer lo mismo, pero me contengo.
Entrecruza las piernas
sobre mi espalda y apoya las manos en mi nuca. Cada vez estoy más perdido.
Muy perdido. Gano yo, colega.
-Sig... Aah -Empieza a
gritar-. Aahh aahh aah.
Sus gemidos hacen que
acelere más. Cuanto más deprisa voy, más lo disfruto, y aunque eso es bueno,
también es muy malo.
Sí porque estás jodido. Voy a vomitar de un momento a otro.
-Me voy a correr -digo.
Algo muy bonito pero difícil de reconocer. Nunca es buen momento para terminar,
aunque pasen horas.
Clavo las uñas en las
sábanas. Tenso los dedos al mismo tiempo que empiezo a perder el ritmo.
Me invade una especie
de parálisis. Los huevos se endurecen hasta el punto de hacerme sentir una
presión molesta pero placentera. Me cuesta respirar. Algo abrasante va subiendo.
Es como que la vista deja de funcionar y se queda con la última imagen que ha
visto. Noto un retortijón en la tripa al mismo tiempo que se me taponan los
oídos. Mientras escucho como telón de fondo los gemidos de mi nena, el placer
se centra en mi pene, donde un calambrazo tibio hace que este se rinda y suelte
todo lo que ya no es capaz de contener. Convulsiona y se sacude a su antojo, lo
que hace que todo mi cuerpo se vea urgido a seguirlo.
Canelita en rama, pichafloja.
Veo la gloria; ella continúa gimiendo. Dejo toda mi
fuerza en su interior, y entonces mi juguetito parece reírse de mí, regresando
a su tamaño habitual, pero satisfecho.
Jijiji. Te dije
que iba a joderte. No has durado una mierda.
-He ganado yo –protesto.
Sí, sí… Eso ya
me lo dirás dentro de nueve meses.
-¡Hostias!
Soy una buena chica
Pasamos a la habitación. Las persianas están bajadas y el ambiente es
silencioso; lo único que se escucha es el sonido de nuestra ajetreada
respiración mientras nos adentramos por el habitáculo del placer.
Camino sin ver nada.
Los dedos de mi chico no me dejan levantar los párpados. Intento moverlos, pero
lo único que se mueve son mis ojos nerviosos. Mi nene también está inquieto. Noto
el temblor a través de sus yemas; pero no digo nada (se cree un chico malo). Voy delante de él. Sus muslos golpean los
cachetes de mi trasero con cada paso, pero lo que más me gusta es que me empuje
con su entrepierna. Sí. Mmm… Va
creciendo cada vez más. Está muy caliente, y se me hace irresistible al sentir cómo
su cabeza pelada se mueve entre las puertas de mi trasero.
Sí, calvito. Empuja más.
Embiste a mi braguita y la tensa. La queda pillada, y
sin darse cuenta me da doble placer porque (sigue,
nene) acabada de arrastrar los labios de mi sexo (más) y… Quítate el
calzoncillo y hazme tuya.
Noto el calor de su
aliento sacudirme la mejilla. La golpea como si fuera la nube de humo de un
cigarrillo mentolado; después, mientras me muerdo los labios y hago que mis
rodillas se junten, notando fuego en mi cueva de las maravillas (necesita que un cirio le dé luz; y el tuyo
es el idóneo, mi querido y deseado chico malo), siento que el calor de sus
letras me dice al oído:
-Aún no abras los ojos.
Tras esto, suspira al
mismo tiempo que sus labios besan mi hombro desnudo. Su bigote se mueve con
suavidad por mi piel como si fuera un cepillo quitapelos, lo que me provoca
unas cosquillas irresistibles. Me inquieto.
Aprieto los cachetes del trasero cuando la maquinaria
de mi chico se endurece más. Me muerdo el labio inferior en lo que mis manos se
abren y cierran en busca de… La quiero
toda para mí. La quiero dentro. Enterita, no lo sé. Estoy muy nerviosa. El
corazón no se controla; parece que tengo ondas repartiéndose por mi seno izquierdo
y que lo hacen vibrar hasta llegar a la cima. ¡Plinnn…! Allí, el pezón –los dos, pero sobre todo el izquierdo- se
endurece tanto que hasta siento tirantez.
-Quitaré las manos –me dice. Respira con dificultad,
como todos los duritos falsos cuando sienten el roce de una mujer-, pero no
abras los ojos hasta que no te lo diga.
De malo no
tienes NADA, pero sí me pones MUCHO, me digo
queriendo sonreír. Sin embargo, tengo que controlarme para que él no se venga
abajo. Nada mejor que hacerle creer a un hombre que, a pesar de intentar ser
malo, es muy bueno en la cama. De esta forma se cree el amo del mundo, pero gano yo. ¿A que sí, chicas? Su punto
débil lo tenemos nosotras entre las piernas, y podemos hacer con ellos lo que
queramos. Son como conejos detrás de una zanahoria. Ay, pero esta vez quiero
sentir la zanahoria dentro del conejo mío… Ya,
por favor.
-Huhúm –respondo sin
abrir la boca. Sé que ese sonido va a excitarlo más, y… ¡Acerté! Se le está
poniendo más dura. Tengo una porra en mi parte trasera; la (muévela más) quiero atrapar, apretar con (empuja) fuerza, llevar a mi (sí…
Sí, nene) sexo y moverla a mi antojo. Déjamela
a mí, chico malo. Quiero jugar con ella.
Retraso las manos hacia
sus piernas, pero no soy capaz de dejarlas en ellas sin más. Me veo en la
necesidad de (venga, nene. Pórtate bien) moverlas
arriba y abajo. Estoy muy nerviosa. Se me escapa un (A-huuuum) gemido incontrolable.
-No te muevas –me dice
mientras deja a mis párpados en libertad (pero obedezco y no los levanto) y
lleva las manos a mi tripa. No me lo espero y reacciono como si me hubiera
colocado cubitos de hielo. Tiene los dedos muy suaves y… Me (sí) gus… (me) ta (gusta) y (mucho) mucho. Reconozco que sí. Esta vez no finjo, ¡me encanta! Se
me humedecen los labios del coño cuando el supuesto chico malo juguetea con mi
ombligo.
Entiendo a Eva. Quiero ir al infierno, y si es como el fuego que siento
dentro de mí, ¡¡ENTONCES QUIERO IR YA!!
-Ya puede abrirlos –me
susurra y así lo hago.
Veo
que la habitación está llena de velas rojas. El cabecero de la cama deja de ser
madera para mostrar un corazón de luces. Hay pétalos de rosa repartidos por el
colchón.
Ay, ¡me lo como!
¿Lo veis, chicas? Un blandito.
Qué rico es…
Mientras observo la habitación y
pienso en comérmelo a besos, entrecruza los dedos de las manos con los míos y
después me estira los brazos.
Solo falta el barco para que parezca que estamos en Titanic. No te congeles, Jack. Solo necesitamos que
una parte de ti permanezca dura para siempre.
-Estás
crucificada, pecadora –me susurra al oído para acto seguido recorrerme a besos
el lateral del cuello.
Ay… Esto ya no. ¡¡Es demasiado!!
De un arrebato, cierro la cruz e intento llevar las
manos hacia mi sexo. Mi cueva necesita a
un hombre salvaje de las cavernas. Eres tú el elegido. Tócame. Tó…
-A-a-a –dice al
frenarme. ¡¿Por qué no me tocas?!-.
No tan deprisa, jovencita. Estoy bastante juguetón.
¡¡Yo no!!
Me besa en el cuello. Chuperretea, vampiro. Bésame; muérdeme. Híncame el diente o lo que me
quieras hincar, ¡pero hazlo ya!
Echo la cabeza hacia atrás. Mi chico me puede. Noto
como babas recorriendo mis (joder, chico
malo) muslos. Doblo las piernas llevada por la excitación; él va subiendo
las manos. Me roza las (más arriba) costillas,
y después sube hasta… (Tócamelas, sí.
Vamos. ¡No te pares!). Me preparo para recibir sus palmas en mis senos, por
ello me estremezco y estos dan un ligero bote.
¡No me ha tocado! Jum. ¡Está guerrero!
Llevo mis alocadas manos a su cabeza; allí, agarro su
cabello y doy suaves tirones.
Si tiro más te haré daño, mi amor, ¡¡pero es que me estás poniendo perraca!! ¡¡MÉTEMELA
YA, POR DIOS!!
No lo hace. Vuelve a recorrer mi cuerpo mientras me
retuerzo con deseo.
Necesito tu pieza maestra para encajarla dentro de mi rompecabezas,
chato. Quiero a tu amigo el calvito muy dentro de mí.
Atrapa la gomita de mis bragas, y… ¡Me las baja! Al
deslizarlas por mis muslos me sacude algo de frescor en la zona ardiente. Pero quiero que sigas quemando; quiero que
tu arma se enfríe dentro de mí. Vamos, juguetón. ¡¡VAMOS!!
Sube las manos hasta mis senos, pero sé que no me los
va a tocar. A ver… Nada, ¡lo sabía! Vuelve a bajar hacia (cómo me estás poniendo, nene) mis caderas, y de ahí (tócame en el centro. ¡Tú también lo
deseas!) hacia… ¡Síiii!
¡Aggg…! ¡No me toca!
Pero noto que se excita más. Su miembro parece estar
hecho de (hum) piedra, y quiero que
me lo… ¿Qué hace ahora?
Me baja la cabeza,
retira mi melena a un lado y… ¡Oh, sí!
¡Me encanta! , me besa, muy despacito. Tengo la piel de gallina y el coño
como para pelar pollos.
Sabes que lo que quiero pelar es tu polla, chico malo. ¡¡No te portes
mal!!
Me tiemblan las (lo
quiero ya) piernas. Vamos. No quieras ser más malo… ¡Lo estás medio
consiguiendo!
Un beso en la espalda hace que me tense como un arco. Bendito crío. Mis pezones apuntan hacia
el infinito, duros como dos piedras. Me los voy a… ¡Me los toca!
Sí-Í-III… A-áah
Me mueve las (así,
así) tetas con masajes circulares, cosa que me (pone) PONE a mil y tres mil.
Me escurro de placer. Me muerdo los labios mientras
muevo la cabeza a un lado y a otro. No sé lo que estoy haciendo. ¡¡NO LO SÉ!!
Me muero de gusto. ¡Me encanta, nene!
A él se lo pone todavía más dura.
Esta es la mía,
guapetón.
Me doblo. Noto cómo su querida (y para mí ansiada)
cosita se mueve al abrirme a ella.
Aa-ah HuuuHúMmm.
Él no lo resiste y me abraza descargando un suspiro en
mi espalda. Me aprieta los senos, cosa que le excita aún más.
Estás acabado,
chico malo.
Le suelto las manos y me doy la vuelta con rapidez. Lo
miro con ojos golosos, esos que dicen: cómemelo
todo, que yo haré lo mismo contigo. Y mientras él se queda atontado,
babeando como un niño de teta, llevo mi diestra a su juguete porque lo quiero todo para mí.
Mmm… Está bien
duro y… Sí, me gusta. Vas a portarte bien, campeón. ¿Verdad?
Palpita dentro de mi mano.
Ahora seré yo la
mala.
-Vamos a ver qué tal se porta esto, chico malo –le
digo al ser petrificado que tengo como novio; después, le doy un besote con
malicia. Tengo su hombría en mi poder, y es todo todo mío.
Me agacho y le bajo el calzoncillo. Su miembro vibra
unos segundos, igual que si acabara de sacudir el filo de una espada y tardase
en regresar a su firme posición.
Vamos a ver si
esto te gusta…
Lo subo y bajo, haciendo que la cabecita pelada se
escurra entre mis dedos. Él mira al techo sin reconocer que le gusta. Es un chico malo.
Recorro su escroto con mi lengua. Siento que a sus
huevos les encanta, por ello los chupo y luego dejo que entren en mi boca con
suavidad. Doy un pequeño tirón que a él le deja K.O. Los dejo libres y vuelvo a
por su pene erecto: a por la cabecita
pelada.
Me la meto en la boca. Subo y bajo los labios al mismo
tiempo que hago lo propio con la mano. Él deja escapar un ligero gemido, y
entonces aprovecho para que la punta de mi lengua se entretenga con su frenillo
Mi nene se está muriendo de gusto, pero es hora de que sufra un poco.
-aaAHp... –Dispara mientras sonrío-. Pa...ra –añade con
voz tomada por un escalofrío-. Para si no quieres que se acabe la fiesta
Niego con la cabeza.
-No, no, no... –le digo-. Nada de rendirse tan pronto, chico
malo. Tienes que portarte bien.
-¿Sí?
Asiento.
-Entonces, prepárate
–me dice, me coge y me lleva hasta la cama. Ambos caemos de golpe.
Boto sobre el colchón,
pero cuando quiero darme cuenta tengo a la lengua de mi chico jugando con mi
sexo. Recorre (ah) las paredes (aah) a lametones. La mueve como…
Tengo una culebrilla dentro de mí; pero quiero una serpiente. Una
pitón. ¡Una anaconda!
Me desespero. Hago fuerza con los pies y me impulso;
tengo las piernas en tensión y me parece estar haciendo el pino puente sin
utilizar las manos, y todo porque este chi…
No pares. Ahora no. Da... (aá-ah) me.
Me chupa la bolita. No sé si ahí tengo el punto G
entre paréntesis, ¡¡PERO ME VUELVE LOCA!!
Le agarro del cabello y
aprieto bien fuerte. Emito gemidos incontrolables mientras mis ojos se esconden
dentro de los párpados superiores. Veo bla (Aaáh)
nco; veo el cielo.
No pares. ¡No te apartes!
Apoya una mano debajo
de mi ombligo. ¿Qué haces ahora? Y al
instante cambia la lengua por sus dedos anular y medio.
El
medio, sobre todo ese. ¡¡Sé bueno!!
Los introduce muy despacio, ¡pero estoy tan caliente
que saltan chispas!
-¡Aaah!
Gimo. Tengo el clítoris
hinchado por dentro, y los de… (no)
dos de mi (pares) chico lo (¡No pares!) acarician.
Aho…ra los está dan…do
vueltas, y…
-Aaah-hi
Circulo círculo y tira.
-Aaah-hi…hii-Aaah
Circulo círculo y tira
más.
-Aaáh…Hi-hii… -Me
agarro a las sábanas; ladeo la cabeza bruscamente. Los muslos me tiemblan como
si tuviese ligeras descargas en su interior, y van subiendo. Suben… Suben más-.
AAAhh
¡CÍRCULO CÍRCULO Y TIRA
OTRA VEZ MÁS!
-A__-Me incorporo como
haciendo una brusca abdominal, sin respiración. Es como si se me escapara toda
la orina de golpe pero mientras las piernas sufren una especie de epilepsia. Sé
que mis labios tiritan alrededor de una “O” que babea mientras mis ojos en
blanco destacan por ser lo único incoloro dentro de un rostro acalorado. Me
quedo apretando el cabello de mi chico, en tensión, deseosa de que el interior
de mi pecho vuelva a servir para respirar, y entonces…-. ¡BRUU-ÚUU…! (Descanso) ¡AAÁAAAHH!
Me dejo caer de golpe,
rendida. Mis brazos vuelven a ponerse en cruz, pero mi nene no me da descanso.
Acerca la cabecita
pelada para rozar la entrada de mi placer extremo; se detiene y me mira. Algo
rendida pero aún ansiosa, le correspondo para que termine con lo que ha
empezado. Cuando la mete lo siento aún
mejor que con los dos dedos; es más gordo y me llena más.
No pue…do. Muevo la
cabeza a un lado y a otro, ¡sin parar de gemir!
Entrecruzo las piernas
sobre su espalda y apoyo las manos en su nuca.
-Sig... Aah -Empiezo a
gritar-. Aahh aahh aah.
Va más deprisa.
-Me voy a correr –me
dice. No quiero escuchar eso, pero me lo imaginaba.
Apoya las manos sobre
la cama y se olvida de mí. Se centra en el aparatito que vuelve a portarse como
una culebrilla dentro de mí; y al instante…
U-u-ú… Sí que tenías ganas, sí. ¡Hala, no para!
»Oh, qué pena. El calvito se achica y se aleja de mí. Jum.
-He ganado yo –le siento decir.
Ni de coña, pero
te lo haré creer. Guardadme el secreto, chicas. Digamos por siempre que todos
son válidos.
-¡Hostias!
Y que sigan
creyendo que la pastilla de antes de dormir es para pegar ojo.
Jajajajaja.